"Me ha encantado ver que después de tanto tiempo aun me tienes presente" así de provocador empezaba el largo mail que recibí de Sonia, tres años después de nuestro encuentro en los baños de un conocido bar de Barcelona. De las respuestas que recibí a la anterior entrada (os agradezco los mails que me enviáis a parte de los comentarios que colgáis en el blog) la que menos esperaba era la de Sonia. Su vida ha cambiado en estos años y lo que fue un matrimonio feliz se convirtió en una dura separación. No creo que eso sorprenda a ningún lector, el 50% de los matrimonios españoles acaba en divorcio. Tras intercambiar varios mails que podrían firmar un buén par de amigos, unas fotos de sus recién operados pechos, inició el camino que ambos esperábamos. Sonia me reconoció sin ambages que quería resarcirme de nuestra última y única cita. La foto me excitó enormemente, de unas escasas tetas mi amiga había pasado a unos espectaculares pechos talla 100. Me moría de ganas de probarlos.
No fue difícil concretar una cita. Escogí un hotelito cercano al bar donde nos habíamos encontrado en nuestra primera cita. No consideramos oportuno ningún preámbulo, sólo debía indicarle el número de habitación y esperar su llegada. Los días previos a nuestra cita intercambiábamos un mail diario como mínimo. Sonia me enviaba fotos, algunas de mal gusto, que quieres que te diga, pero de todas se deducía que nuestro futuro encuentro estaría abierto a cualquier capricho que se me ocurriera. Le pedí que en la cita vistiera medias con liguero y un buen conjunto de ropa interior, de cualquier color excepto rojo. También le dije que pasara por un sexshop y comprara una buena polla de látex, a su elección, y lubricante.
Resulta curioso que la anterior entrada hablando de mi amiga Marieta me fuera a deparar un polvo con una chica de la que más bién tenía mal recuerdo. Recibí también, al poco de publicar la entrada, el mail de una buena amiga de Euskadi de la que hacía meses no sabía nada. Como sois las mujeres...
Me puse un albornoz del hotel, lejos del glamour de las películas me iba corto y picaba, pero me pareció lo más práctico para esperar a Sonia tras la ducha. Me había tomado un par de copas en un bar cercano y me había preparado un cubata con los botellines del mueble bar. En la tele, a falta de porno gratis, una partida de snooker en el canal eurosport, terriblemente sexy. Tras esperar media hora, haber apurado hasta los botellines de Larios, me disponía a vestirme y aceptar la lección con una sonrisa en los labios. Toc, toc. Abrí la puerta. No recordaba su cara, podría ser Sonia o cualquier otra, pero era innegable que una mujer sonriente estaba en el quicio de la puerta. La hice pasar, saludó nerviosa. Parecía querer empezar una conversación, pero la cogí de la mano, la lleve hacia la cama y le hice quitarse el abrigo. Se mostró extrañada aunque su gesto no alteró mis propósitos. La hice arrodillarse, me desabroché el albornoz y le metí la polla fláccida en la boca. No empezó a chupar, más bién parecía esperar otra cosa. La ví tan receptiva que a punto estuve de complacerla con una lluvia dorada. Es una práctica que no me motiva nada, pero puestos a satisfacer a mi amiga casi me lo planteé. Un vistazo al suelo enmoquetado me hizo desdecirme. La lluvia dorada plantea siempre enormes problemas de logística.
Agarré a Sonia del pelo y la obligué a chupar. Le aparté las manos para que no me tocara, para nada fue un acto de dominación: la chica tenía las manos frías como carámbanos. Mi polla no tardó en estar dura y disfruté viendo la cara entregada de mi amante. Como le hubiera gustado a Maria verlo. Ya la tenía en el sitio que quería, no recordaba que la chupara tan bién, había progresado en estos años, seguro que no a expensas de su marido. La alcé por los hombros. Seguía empeñada en hablar y yo en lo contrario. La desnudé viendo con satisfacción las medias, el liguero, el tanga y el sujetador que sostenía sus enorme tetas. Estaba muy delgada y había mejorado notablemente en todas las facetas. Le metí una mano bajo el tanga y le acaricié el coño. Totalmente depilado y empapado. Noté un hilito pringoso y estiré delicadamente. Gocé notando como se dilataba su coño dejando salir una gruesa bola metálica, un poco más y salió otra, a Sonia le flaquearon las piernas en lo que parecía un sútil orgasmo. Ya la tenía si el tanga, con el coño delicioso, expuesto, pero me prometí no caer en la tentación y lamérselo.
La puse de rodillas sobre la cama, le desabroché el sujetador y, situado a su espalda, le acaricié los pezones, el coño, el culo. Saqué el vibrador recién que Sonia había comprado en una tienda cercana del embalaje. Me gustó el tamaño, le metí un par de dedos en el coño y comprobé que no hacía falta lubricante. Le metía la polla de goma hasta dentro y la estuve follando un buén rato. Sonia gemía absolutamente entregada. Le solté un buén chorro de gel lubricante en el culo y le metí con facilidad un dedo. La chica se reclinó, y la relajación de cuerpo me pidió a gritos que le metiera la polla. Me unté la polla con gel y se la metí sin esfuerzo hasta dentro, me decepcionó tan poca resistencia. Se corrió en poco tiempo, se desplomó sobre el colchón y se hizo un ovillo. La cogí por el tobillo y estiré para separarle las piernas y poder tener el coño a la vista. Sé que no es de muy amo eso de comerle el coño a la sumisa, pero yo no me puedo resistir. Se corrió en mi boca en cuanto añadí a la ecuación el vibrador en su culo.
Levantó una mano pidiendo rendición, pero me tumbé sobre ella y busqué la manera de poderle follar el coño. Pareció resistirse pero conseguí metérsela. Se acomodó enseguida y se entregó con otra corrida. Me pidió esta vez que parásemos, que no podía más. Accedí a tumbarme un instante a su lado pero en cuanto noté su brazo rodeándome el pecho supe que era el momento. Me puse de rodillas, sobre su cara y le volví a meter la polla en la boca. Ella se negó a chupármela, sonriendo y diciéndome con su gracioso acento sevillano "vicioso, un descansillo!" eso fue mano de santo. Me cogí la polla y empecé a pajearme sobre sus enormes tetas. Me excitaba mucho su enorme tamaño, la desproporción, y la seductora cicatriz de sus pezones. No tardé en correrme. Le llené de semen los pechos y la cara. Ella se lamió los labios y jugueteó con sus pechos pringosos. Parecía un gatito sobre el bol de la leche.
Me sentí cansadísimo. En otras circunstancias hubiera reposado para un nuevo asalto, pero no pude evitar recordar nuestra primera cita. Fui al baño y en breve salí duchado y vestido. Me acerqué a la cama donde Sonia desnuda zapeaba entre canales extranjeros y le dije las primeras palabras de nuestro encuentro "la habitación está pagada, toma 100€ para el taxi, ya hablaremos". Enfilé el pasillo para salir de la habitación sonriendo mientras Sonia me dedicaba toda una retahíla de insultos, descalificaciones y adjetivos que me dejaron claro que no tardaría otros tres años en volver a saber de ella.