sábado, 25 de abril de 2009

No es tan duro ser puta

De las pocas cosas que tenía claro al iniciar el blog era que debía ser constante. Casi me impuse mantener una regularidad en los post, pero como veis no soy de fiar. Lo intento pero no lo consigo. Quizás tiene que ver que me paso 10 horas trabajando frente al ordenador cada día, puede ser no? Lo cierto es que, aunque esto suene a excusa, no es lo único que me ha impedido contar lo que pasó en casa de Ramón y Cristina. No en vano uno no se convierte en cornudo, proxeneta y su pareja en puta todos los días. He tenido que reflexionar sobre ello. Y no todas las conclusiones han sido las esperadas. Pero eso ya os lo contaré más adelante.

Con Ramón fue fácil acordar los detalles. Lo del dinero quedó como algo simbólico, primero nos pagarían ellos a cambio de que pagáramos por Cristina más adelante. Ramón siento decirte que nos hemos gastado el dinero, y que después de ver tu casa y quien eres deberás rebajar el cache de tu mujer, no porque no lo valga, si no porque para ti ese dinero es calderilla, los Habanos que fumas (gran detalle regalarme uno) valen más de 70 euros cada uno.

Compramos un conjuntito nuevo, económico pero resultón, al gusto de Ramón. Es el que veis en las fotos. Nuestro amigo insistió en que no habría fotos ni video. Así que lo que os cuento lo sé por María y por Ramón, con el que he mantenido contacto vía msn.

Tal como acordamos llevé a María a la urbanización indicada. Tuvimos que identificarnos ante el control de acceso. Un gorila uniformado con un portafolios en la mano comprobó que los srs. X esperaban visita. En breve estábamos frente a la puerta. Un enorme muro de piedra rodeaba la finca, parecía que se protegían de un sitio al estilo de las guerras medievales. Apagué el contacto y el silencio era más explicito que cualquier palabra. María llevaba un vestido corto, medias hasta medio muslo, y el conjuntito de las fotos debajo. Siguiendo las instrucciones de nuestros amigos se había depilado completamente el coño solo unas horas antes. Había perfumado su cuerpo y untado en hidratante. Dentro de su coño estaban las bolas chinas que hacía años le había regalado, en uno de nuestros primeros pasos en este mundo del vicio. Le levanté la faldita y pude ver como la argolla para sacar las bolitas resaltaba bajo las braguitas. Los labios de color rojo rabioso, las mejillas coloreadas y el coño completamente empapado. Sabía que no iba a pasar un mal rato. Sólo nos dimos un casto beso y se encaminó a la entrada. Le envíe un sms a Ramón y la puerta se abrió. María desapareció sin mirar atrás, con paso firme. Vi su delicioso culo alejarse sabiendo que cuando lo volviera a ver iba a ser el de una puta. A partir de aquí no vi nada más. Arranqué el coche y me acerqué a un bar a pasar las siguientes horas hasta que María me llamara.

Tras cruzar el enorme jardín, pasando al lado de la piscina, la puerta de entrada de la vivienda estaba entornada. María la empujó y en el recibidor, sobre una consola de madera, había un sobre con su nombre y el dinero. Lo metió en el bolso y entró hacia el hall. Ramón esperaba con un vaso de whiskey. Vestía un batín de raso rojo, al más puro estilo de un lord, y sentado en el sofá estaba completamente empalmado. Sin mediar palabras, tras un buen sorbo, se levantó y caminó hacía mi chica. Ramón tiene una buena polla y María no pudo evitar mirarla, dura, acercándose, abriéndose paso en el batín. Sin decir palabra nuestro amigo se agachó, de rodillas. Separó los tobillos de María y le bajó las braguitas. Metió la cabeza bajo el vestidito y aspiró profundamente el aroma del coño húmedo de su puta. Acto seguido cogió la argolla de las bolas con la boca y tirando las sacó delicadamente, metiéndoselas en al boca y sorbiéndolas. Sólo en ese momento tocó a María, metiéndole los dedos en el coño, extasiado, comprobando lo abierto y mojado que estaba tras llevar las bolas. María se corrió. Nuestro cliente la cogió de la mano y subiendo las escaleras la llevó hasta la habitación principal.

Sobre la cama, desnuda, estaba Cristina con su alucinante cuerpo de ciencia ficción cincelado por los mejores bisturís de Barcelona. No hablaban, todo parecía obedecer a un juego pactado. Ramón empujó a María sobre el coño de su esposa y esta lo empezó a chupar. María me ha dicho que lo tengo que probar, la suavidad, el olor el tacto... estuvo todo el tiempo que pudo lamiendo. Cristina se retorcía y Ramón miraba pajeándose lentamente. En ese momento, el coño hinchado María deseaba que algo o alguien la follara, así que se giró mirando ansiosa el pollón de su cliente. Este pareció pedir permiso a su mujer y le clavó la polla fuerte. Estuvo follándola a cuatro patas con potencia. Esa polla parecía estar bajo el efecto del duende azul o de la coca, y no paraba de martillear. Cristina se levantó de la cama para ver la escena. De un cajón de la cómoda sacó un arnés con una polla y simuló mastrubarse. Pajeaba con fuerza el trozo de plástico como si realmente sintiera placer al hacerlo. Se acercó tras un rato de ver a la puta y su marido gozar y obligó a Ramón a meterse la polla en la boca. El siguió embistiendo ahora con más dificultad mientras comía la falsa polla de su mujer y la lubricaba. Cristina sustiyó la polla de su marido y folló a María con su pollón de látex negro. Era más grande que la del hombre e incluso María sintió el dolor en su coño. La mujer se movía con maestría, ese no era el primer coño que follaba con su polla de pega. De momento todo seguía el guión. María era una puta y ellos la follaban como tal. Sin palabras. Sólo un objeto. Un objeto que según me contó a esas alturas de la noche ya se había corrido 4 o 5 veces.

Sólo una negativa recibieron de María, cuando le propusieron hacer una doble penetración. No por falta de ganas y si por miedo María se echó atrás.
Yo a esas alturas miraba ya el reloj inquieto. El tiempo pasa lento cuando tu mujer hace de puta. Probadlo. Hasta pasadas tres horas no recibí el sms de maría. "Ven" Cuando llegué estaba en la calle. Sentada en la acera. Una imagen casi grotesca en una urbanización de lujo. En el bolso llevaba las bragas, el dinero y un puro que Ramón había empapado en el coño de Cristina para que yo lo fumara. María sólo dijo "vamos a casa, quiero dormir. Ya te contaré, no preguntes... pero es el dinero que he ganado más a gusto en mi vida". Al llegar a casa mi chica se quedó completamente dormida tras ducharse. Lo cierto es que al subir al coche olía a semen, a lubricante, a coño, y a sudor... a batalla sexual. Yo tuve que masturbarme y correrme ante la cam para una pareja cincuentona que en nada se parecían a Ramón y Cristina. Tenía que bajar mi calentura y me hubiera puesto caliente con cualquier cosa. María era incapaz de recibir más sexo por esa noche.

Hasta unos días más tarde no me contó como le había ido. Lo que os he contado y todas las variantes que hubo y que podéis imaginar: María folló también a Cristina con el arnés mientras su marido le follaba el coño; la pareja le comió el coño conjuntamente durante un buen rato mientras la penetraban con un vibrador de esos con forma de conejito; Ramón esnifó coca sobre su muslo, Cristina aprovechó para meterle un pequeño vibrador en el culo a su marido que le hizo arquearse y correrse en la boca de María. Así recibió la primera descarga de leche que, como habíamos acordado, tragó entera. Esa noche nuestro cliente aun se correría un par de veces más y se metería varias rayas más de coca. Tras varios cambios de postura y orgasmos Cristina pareció tener suficiente y se retiró a un sillón a fumar, contemplando como María cabalgaba a un Ramón sudoroso que parecía no poder correrse ya más. Matenía la polla dura, completamente hinchada, casi insensible y aparentemente dolorida y no paraba de empujar atléticamente. Esa fue la su última corrida, apenas unas gotitas de leche calentita sobre el pubis depilado de María. Con un gran alarido y la respiración entrecortada se desplomó en la cama. Por él el servicio había terminado. Cristina sonriente le tiró la ropa para que se vistiera y se retiró a la ducha tras apagar el pitillo. Ramón se quedó tendido en la cama, boca abajo, exhausto y aturdido. María volvió a la normalidad, con 700 euros, el coño destrozado y el alma perturbada.

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