sábado, 20 de febrero de 2010

Año nuevo cuernos nuevos

Pensaréis, ¿que coño viene a contar este ahora del fin de año? Razón no os falta. Miro la fecha del último post y tanto tiempo sólo tiene explicación: o has pasado a mejor vida o has abandonado el mundo blogger. Por fortuna ninguna de las dos cosas. Ya he comentado en otros posts que la vagancia es uno de mis vicios, y la poca constancia uno de mis defectos. Pero no os preocupéis, en estos meses hemos seguido ganándonos un lugar en el purgatorio, junto a viciosos, lujuriosos y sodomitas.

El fin de año siempre ha sido una fiesta que me ha desagradado. En general cualquier cosa impuesta me molesta. Divertirse por obligación y desear buen año a todo el prójimo no entran en mis aficiones predilectas. Esa noche soy un hipócrita, a muchos de los que saludo y felicito el año nuevo les deseo lo peor. Por cambiar de caras y llevar mi hipocresía a otro lugar decidimos pasar el fin de año en la villa y corte.

Sin duda uno de los mejores hoteles de Madrid es el Puerta de América. Si en tu vida la estética es importante debes pasarte por allí. Cada planta ha sido creada por uno de los mejores arquitectos o diseñadores del mundo, creando un entorno de ciencia ficción, fantasía y glamour. Cada esquina es buen escenario para una foto en la que sólo una modelo absolutamente desastrosa no luciría. Compramos un paquete con una buena habitación y cena incluida. ¿Pasta? sí, pero ¿quien ha dicho que los caprichos fueran baratos? El plan era cenar tranquilamente, calentarnos con los modelitos de los presentes (no nos engañemos, donde hay dinero suele haber mejores cuerpos, caras y ropa, un buen regalo para cualquier voyeur) y luego ir a alguno de los clubs liberales madrileños a empezar el año saboreando pollas y coños ajenos.

Los planes sólo funcionan cuando no los prepara uno mismo. María escogió un vestido negro con espalda descubierta y un conjunto de ropa interior del mismo color. La tradición de la ropita roja es divertida pero definitivamente una horterada. Como no, llevaba un tanga delicioso, medias a media pierna y el coño perfectamente depilado y perfumado.

Nuestra mesa era compartida con tres parejas más de tres franjas de edad, 30, 40 y 50. Sin duda los que tenían más morbo eran los maduritos. Ella operadísima, él con una de esas camisas horrendas a rayas con el cuello blanco que sin duda evidenciaba una de sus aficiones: las rayas. Creo que me pidió coca antes de empezar el segundo plato. No sé que tiene mi cara que siempre me piden drogas. Lo malo es que la policía tiene la misma errónea impresión y me han cacheado alguna vez que otra. Los de treinta eran una parejita made in opus. Ella guapita, con unas caderas y muslos desbocados y celulíticos, gafitas metálicas, mucho colerete y labios finos, poco sugerentes para un adicto al sexo oral. Su compañero en la misma linea, gordo, sudoroso y decadente, con cara de micropene y futuro adicto al cruising. Le sugerí a María que me pondría verla comerle la polla y por primera vez en años me miró sorprendida y asqueada. Los cuarentones eran la parejita absolutamente normal. No bebían, no fumaban y seguramente no follaban. Empeñados una y otra vez en hablar de su viaje de novios a USA y de las ganas que tenían de ser papis. Eran todo menos sugerentes, peores que bromuro.

En un par de ocasiones intenté llevar la conversación con Eusebio, el cincuentón, hacia el terreno golfo. Él me siguió, pero por un desvío que yo no insinué. Putas, me decía al oído "cuando dejemos a estas nos vamos tu y yo a putas, y nos ponemos a gusto de todo!" vamos que no contaba con su mujer, curiosamente llamada también Maria. Una pena porque su señora era muy sugerente, su ropa su olor, su forma de hablar todo en ella era deseable. Mi chica y yo hubiéramos pagado por su compañía, definitivamente hay veces que no valoramos lo que tenemos. Eusebio parecía no ver el morbo de su mujer pero creo que era de los pocos en no hacerlo. Seguro que mientras él se divertía María no se quedaba en casa esperando. No me costaba nada imaginarla abierta de piernas mientras cualquier hombre dispuesto la hacía correrse una y otra vez.

Sabéis que en fin de año uno bebe y mezcla sin sentido. Las mesas van perdiendo la compostura y es frecuente ver numeritos subidos de tono, comentarios desafortunados y promesas de lo que va a pasar en las próximas horas. Los treintañeros se fueron rápido a una fiesta a la que fuimos invitados y que educadamente declinamos al unísono María y yo. Puede que la fiesta de los gordos acabara en orgía romana pero no queríamos correr el riesgo de ser devorados a media noche en un ataque de ansia. Los de cuarenta no tardaron mucho más en juntarse con otra mesa en la que había ex-compañeros de universidad o algo así, la verdad no necesitaban una excusa mucho más elaborada para irse.

Eusebio seguía con su planteamiento de noche golfa y las dos Marías haciendo buenas migas. No podía parar de imaginarme comiendo el coño de la señora a medias con mi chica. Tras un buen rato en el que ya nadie estaba sentado y Eusebio iba de mesa en mesa, su señora decidió que era hora de irse a casa. Tras despedirse con un par de besos de su marido abandonó la fiesta junto a dos matrimonios tiesos como el cemento que la llevarían a su casa. Eran vecinos y sin duda hicieron feliz al cincuentón. Su mujer aun no se había ido y ya me estaba haciendo gestos de que fuera hacia él.

Dejé a María tomando una copa en nuestra ya solitaria mesa, frotándose los doloridos pies por los zapatos de tacón absolutamente fetish. Eusebio se acercó a la barra y pidió dos Whiskeys. Odio esa bebida, pero me pareció que a esas horas tanto daba whiskey como anís del mono. Seguía insistiendo en ir de putas a un club de la Moraleja, en meternos coca, en follarnos la misma puta... un reguero de pervesiones que acabaron en un "claro cabrón como tu ya tienes la puta en casa" fingí molestarme y el rectificó de inmediato "coño, lo digo en el buen sentido" Yo le confirmé que María era muy buena amante pero él no era del tipo de hombres que valorara eso. Quería variedad, mando y dominio. No paró de contarme sus aventuras con mujeres de amigos, putas de todas las edades y razas... menos trans "que a mi las pollas me dan alergia" Me pidió otro whiskey y yo miré hacia María preocupado. Llevaba ya un rato con el pelma de Eusebio. Se había sentado una chica junto a ella, con un vestido rojo, melena rizada y algo anchita de carnes. María reía sin parar y viéndome por encima del hombro de su nueva amiga me señaló con el pulgar que estaba bien. El cincuentón incorporó ahora a otro hombre que estaba en la barra a nuestra conversación. Regordete, pero bastante más joven que Eusebio, no paraba de sonreir y darle la razón, sin duda, de los tres era el que más rato pasaría vomitando esa noche en el baño.

En cuanto pude pedí dos ron con cola e intenté escaparme hacia María y su amiga. Cuando me había evadido mi pareja me negó con el rostro. Sorprendido giré 45º y me acerqué a una barra desde la que tenía buena vista de la intrigante escena. No paraban de reír. La misteriosa chica de rojo hablaba al odio de mi chica, le acariciaba el rostro, le susurraba, en definitiva, la seducía. La morena sacó un móvil del bolso y no sé que enseñó a María pero ella cambió el rostro y se mordió ligeramente el labio inferior. Yo ya estaba por el segundo cubata cuando se levantaron cogidas de la mano y enfilaron camino al ascensor. Quise seguirlas pero por la cara de María ví que no estaba invitado. Miré el reloj y supe claramente que mi plan había naufragado del todo. No sé cuantos cubatas llegué a tomar. Si sé que tuve que aguantar a un amigo de Eusebio que me pedía coca, un chico gay que había equivocado el tiro, una señora que me confundía con no se quién, y a Eusebio insistiendo en llevarme de fiesta. Seguí anclado a la barra fantaseando con lo que me estaba perdiendo. Tras un par de horas recibí un mensaje al movil "no subes?" la sangre se me desplazó hacia el centro del cuerpo, cerca de la polla para lo que pudiera pasar. El ascensor me pareció más lento de lo habitual, tortuoso como un atasco en hora punta. Cuando se abrió en la planta de Zaha Hadid pude ver un reflejo de algo rojo entraba en el otro ascensor.

Casi corrí por el pasillo y abrí la puerta excitado. María estaba tumbada en la cama, desnuda y acurrucada. La luz del baño estaba encendida pero, por desgracia, no había nadie dentro. Llegaba tarde o quizás justo a la hora, cuando ya no podía molestar. Me acerqué a María con ganas de follarla fuerte y correrme rápido, casi como una venganza. Ella cerró las piernas y me dijo "esta noche no, estoy destrozada... esa chica era una bruja" se giró hacia el otro lado en gesto claro. Abrí la cartera y conté el dinero que me quedaba, suficiente para una noche con Eusebio. Cuando giraba sobre mis pies para salir María dijo en un susurro "coge el móvil anda" Vi que en el iphone estaba abierto el álbum de fotos y fui pasando una tras otra las tomas. El coño de María, la lengua de la chica, su tanga rojo, un delicioso coño que no conocía, unos dedos hurgando en un culo, pechos, besos, sudor, ropa por el suelo... me bajé los pantalones y mirando las fotos me cogí la polla fuerte. Empecé a pajearme muy excitado, deseando que María se girara y me comiera la polla. Ella dormía ajena a mi deseo, dejé el movil sobre la cama y sin perder detalle de las fotos seguí hasta correrme en el suelo. Ni me limpié. Me tumbé en la cama mareado, sediento de sexo y cornudo. Sólo llevábamos 6 horas de 2010. Promete el año verdad?

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