sábado, 18 de diciembre de 2010

Cena de empresa 2010

De las pocas cosas que me gustan de la Navidad una es la cena de empresa. Es como un carnaval invertido anticipado, me explico: todos dejamos nuestro disfraz colgado en el armario y nos vestimos de lo que realmente somos. El quillo es quillo, la choni es choni, el carca es carca y así toda la empresa en un ejercicio de solemne sinceridad. Semanas antes del evento los corrillos en la oficina recaudan dinero para coca y planean el after party, cuando los jefes se hayan retirado. Se cruzan apuestas sobre quien se emborrachará antes y en un círculo más íntimo, sobre quien se follará a quien. Este año yo cotizaba alto con Sonia. Hacía meses que se oían comentarios sobre la gran afinidad que tenía con ella. Sonia es una tía mayor que yo, morena con cuerpo endurecido por el gimnasio y la cirugía, y una actitud sonriente y complaciente que la hacen la compañera ideal. Su sonrisa permanente me hace pensar en todo menos en llenársela de leche. Muchos de mis compañeros me envidian por mi aparente pole position en la cena, pero lamentablemente Sonia sólo me apetece para que me la chupe si no encuentro nada mejor.

Hace un par de años que la cena de empresa de María coincide con la mía. Ambos sabemos que es una de esas veladas en las que cada uno podrá dejarse llevar por unas horas a cambio de una morbosa confesión. Mientras me relajo frente a la tele viendo vídeos musicales, María se ducha. Escucho como golpea la maquinilla de afeitar contra la bañera para retirar los restos de vello. Se está rasurando el coño, dejándolo suave y apetecible. Pasa frente mí desnuda y veo como de su coño pende un hilo. Se ha metido las bolas chinas y me está mostrando que no se va a guardar nada esa noche. Escoge un conjunto negro, de blonda. Se viste con una mini negra, un top del mismo color y unos calcetines-media hasta medio muslo, de esos que dios ha querido que vuelvan a ponerse de moda. No le comento nada sobre las bolas y el conjunto de lencería, forma parte de pacto no escrito.

Me apresuro en llegar al restaurante. Algunos de mis compañeros llevan ya el cubata a medias y sé que debo esforzarme para no perder comba. Sonia ya he llegado y no tarda ni cinco segundos en acercarse a mi y arrimarme su cuerpo. Me recuerda la actitud de las putas en cualquier burdel, Sonia al menos tiene la decencia de no poner su coño en mi rodilla, como haría cualquier fulana medio profesional. Hay una especie de karma en el ambiente que parece empujarnos a mi y a Sonia acabar la noche en la misma cama. A medida que caen las botellas de vino y la comida desaparece de los platos, el coño de Sonia me parece más apetecible. Un zumbido me avisa que mi móvil tiene un sms que enseñarme. María me ha enviado una foto sacada con su iPhone desde debajo de la mesa. Veo su faldita, sus piernas abiertas y el tanga ladeado mostrando su coño y el hilo de las bolas chinas. Ni una sola palabra de texto. Me agacho fingiendo recoger la servilleta y miro que tal es el panorama bajo la mesa. Sonia lleva unos pantalones negros y ceñidos.

Los viajes al baño se repiten, Sonia y varios de mis compañeros y compañeras aumentan su elocuencia y simpatía tras volver del servicio. Cada vez me parece mas inevitable meterle la polla en la boca a mi querida Sonia. Sobre la mesa sólo quedan los cubatas, botellas de licores varios y restos del delicioso pastel de chocolate que nos ha servido una mulatita caderosa. María me vuelve a enviar un sms. Esta vez sin foto, sólo texto: "me voy a comer una polla". Ahora miro a Sonia con toda la ferocidad que puedo. Ella parece percibir mis intenciones, pero su caída de ojos me hacer ver que empieza a estar fuera de sí. La boca que antes parecía reservada solo para mi polla parece ahora aceptar más candidatos. Algunos de mis colegas empiezan a insinuar una escisión. No estamos para discotecas, muchos estamos de acuerdo, suena mucho mejor un lugar de esos en los que las mujeres no te rechazan.

Al salir del restaurante nos repartimos en coches. Curiosamente los conspiradores puteros vamos en el Audi de Juan. Como en las películas un estuche de cd, creo que era de Alejandro Sanz, sirve de bandeja para preparar unas rayas. El club está bastante cerca de donde hemos cenado, discreto, sin neones, con un sólo letrero en el que se lee "club de caballeros, reservado el derecho de admisión". En la puerta juego mi particular quiniela: si encuentro una negra con buenas tetas, alta y que huela como los ángeles, pago, si no, me retiro. Ni una sola negra. Mujeres de todos tipos, a cual más deseable, cualquiera deliciosa para compartir con María, pero nada parecido a mi apuesta. En breves instantes sólo quedamos dos en la barra, los otros tres hace rato que viven su particular subida al cielo. Entre sorbo y sorbo no puedo evitar pensar en las caras de Lourdes, Ana y... no sé como se llama la tercera, todas convencidas de la honorabilidad de sus maridos. Juan, el conductor, parece estar viviendo su momento de bajón. Me habla de sus hijos, de su mujer, de su casa de la costa y hasta de su colección de dvd, las putas captan tan rápido como yo que Juan esta luchando contra sus deseos de manera feroz, tanto que lo convierten en cliente no potencial. Joder después de tanto rato y no consigo dejar de trabajar. Me temo que Juan va a entrar en fase llorica, así que lo convenzo para que me lleve a la disco donde está el resto de la empresa.

Tras un par de palmadas en la espalda Juan me agradece mi comprensión y enfila el camino a casa, satisfecho de haber vencido sus demonios y deseoso de abrazar a su mujer. Pobre Juan, mejor que no sepa lo que se comenta de ella. A pesar de ser ya las tantas el portero me saca diez euros que saco del bolsillo arrugados, desafiantes. En cuanto llego a la música busco con la mirada a mis compañeros, y entre ellos a Sonia. No voy a negar que prefería a la negra pero la boca de Sonia me parece ahora absolutamente deseable... hasta que la veo ocupada por la lengua de un morenito, el camarero del restaurante. La besa y la manosea con fiereza. Envio un sms a María diciéndole que tengo ganas de llegar a casa. Me contesta tras unos minutos que a ella a un le queda un ratito.

Definitavemente Sonia se va con el morenito. Sentado en un punto estratégico escurro el Bacardí con cola mientras hago esfuerzos para que Antonia, la asistente del jefe se aparte de mi. La noche se acaba pero aun tengo mi dignidad intacta.

Llego a casa, pongo el plus esperando la peli porno para poder hacerme una paja y no esperar a María como un desesperado. Cuando vuelvo a abrir los ojos un partido de la liga brasileña ha sustituido a las rubias pneumáticas de antes. El reloj me sopla que son las ocho de la mañana. En la habitación veo el cuerpo arrullado de María. Con su peculiar "sentido del humor" ha preferido dejarme frente a mi apasionante partido y mi gin-tonic, mientras ella se acostaba. Busco entre su ropa y encuentro el tanga empapado. Palpo con los dedos y reconozco el tacto. Me acerco a su bolso y encuentro el móvil. Busco las fotos y nada, los vídeos y lo encuentro. Siento el dolor delicioso de la infidelidad y la dulce satisfacción del morbo. Veo una mediocre polla en primer plano y una mano que la pajea. En un confuso movimiento veo el suelo y la pared del servicio, la cámara se estabiliza y ahora veo como María se mete la polla en la boca mientras mira a cámara. El sonido es confuso, una música inconfundiblemente discotequera, gemidos de un hombre madurito y los lametones de la lengua de María. No aguanto más, no llego a ver si el tío se corre. Con la polla durísima por la excitación y la droga, separo los muslos de María y la penetro con furia. Con la mano derecha le pellizco los pezones y el coño alternativamente. Esta mojada y busca con su lengua mi boca, consciente de que he visto como ha sido su noche. Sólo puedo decirle al oído "puta, puta" mientras me corro en su coño. Ella se arquea buscando hasta la última embestida. Nuevamente María me deja pequeño, como un crío inocente. No somos nada al lado de una mujer poderosa.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Panic Button

Últimamente me duele la cabeza. Y la barriga. Digamos que no estoy fino. Cada vez que abro el blog para escribir algo lo tengo que cerrar, sin que ni una línea valga la pena. Claro que tengo historias para contar, demasiadas quizás, por eso tengo esta sensación de hartura. Estoy saturado de sexo, de porno y de vicio. Lo único que aún no me sacia es el amor.

Mi jornada laboral lleva años empezando de la misma manera, taza de café que remuevo mientras el ordenador ronronea desperezándose. Al poco la musiquita de Bill Gates que me indica que ya puedo trabajar. Abro el mail y las páginas oficiales, el País, Vanguardia y algunas específicas de mi oficio. En otro navegador con panic button abro la retahíla de mis favoritos guarros. Algunos blogs, porno amateur, cornudos y alguna que otra web de buenas fotos eróticas. Paso por ellos casi sin prestar atención, como un cura rezando el rosario, mecánicamente. Sólo algunos detalles me centran, la deliciosa Matilda Rouge, la última fiesta de UHL, alguna buena contri en Morbocornudos, pero poco más. Diez minutos son suficientes. Sólo algunos textos me atraen, bien escritos, originales, la mayoría me parece bazofia. Algunas veces con dos lineas tengo bastante, faltas de ortografía, mala redacción, idioma sms, y historias que no me motivan para nada. Evidentemente con las fotos me ocurre lo mismo, paso de polvos en calcetines, culos con granos y sexos selváticos.

Me doy cuenta de que me he vuelto tan sibarita y exigente que soy repelente. Recuerdo que hace ya muchos años, cuando me senté frente al primer pc con conexión a internet, miré ansioso la página de Clima. Era la revista con que más me había pajeado de crio y la posibilidad de acceder a todos aquellos contactos desde casa me ponía loco. Más tarde encontré otras históricas páginas como Parejas.com y Parejas.net que en cierta medida nos llevaron a disfrutar del ambiente liberal y Parejabcn que nos enseñó que la ciudad del vicio de que hablaba Houllebecq existía y estaba a tan sólo 200km de casa.

Mi mayor impactó fue cuando hicimos cibersexo por primera vez. A tan solo unos clicks de distancia, al otro lado de la pantalla, una parejita rozando mayoría de edad se mostraban sin pudor. Ella rubia con tirabuzones, muy cría y él fuerte, rapado y tatuado. Recuerdo como el chico miraba continuamente a la pantalla para comprobar que su polla y el tatoo de su pubis quedaran perfectamente encuadrados. La niña se entregaba con pasión a la mamada mientras mostraba su culo y su coño a través de un tanguita blanco empapado. María me la chupaba en lo que parecía un duelo frenético entre las dos rubias. Me corrí enseguida, aquello me parecía la puerta a un nuevo mundo tan excitante que mi semen no pudo contenerse.

El fin de semana siguiente fuimos por primera vez a un club de intercambio de Barcelona, el ya desaparecido Ire Gold, y pudimos transformar aquellos amantes virtuales en algo de carne y hueso. Ni que decir tiene que en aquel club ninguno de los asistentes se parecía a la dulce parejita del ciber. La edad de los asistentes y sus más o menos tersas pieles no nos impidieron follar con nuestras dos primeras parejas. Una regordeta ama de casa con su polludo y escuálido marido y un abogado gordito y peludo con su ¿mujer? morenita, caderosa y desmotivada que repetía si papi, si papi a cada embestida.

Desde aquel fulgurante inicio sólo han cambiado los colores, tamaños y cantidades. Pocas veces más hemos sentido aquel dolor de barriga y cosquilleo tan delicioso, quizás sólo a las puertas de Le Glamour. Aquella maravillosa promesa que eran los inicios de internet está más que desvanecida. Los que ya éramos pervertidos lo seguimos siendo y los que no lo eran siguen sin pasar a nuestro bando, a pesar de la deliciosa tentación. Por el camino he visto como muchas parejas, alguna chica adicta a los tríos con quien pasamos interminables horas, y muchos blogs amigos han desaparecido (¿todo bien Lara?). Algunos han durado más que otros, muchos de los mejores se han desvanecido sin dejar rastro, y otros mas bien molestos perduran para atormentar muchas de mis mañanas.

¿Estamos saciados, hartos, decepcionados de internet/vicio/porno? ¿se ha convertido el internet golfo en un basurero en el que cuesta encontrar algo fresco y excitante? ¿se han vendido los mejores por cuatro monedas? ¿falta interactividad?¿el anonimato y la libertad de acceso han hecho que cualquiera se crea capaz de excitar o entretener? ¿Soy yo el que me debo formatear, restaurar y dedicarme a leer el Marca?

Uy el jefe, voy a hacer ver que me preocupa mucho el nuevo presidente de la Generalitat. Panic Button.

sábado, 16 de octubre de 2010

sábado, 2 de octubre de 2010

Antisistema

- Sr. Huertas, el sr. Roque XXX quiere verse contigo el miércoles.
- El dia de la huelga?
- Tienes algún problema?
Claro que no tenía ningún problema. Soy free-lance. Si no trabajo no cobro, además el señor Roque es uno de los mejores clientes que tengo. Vive apartado de la ciudad en una enorme finca oculta tras una verja dorada, pero una vez al mes baja a Barcelona para repasar cuentas y que le ponga al día de sus inversiones. La verdad es que me cae muy bien. Aún recuerdo la primera vez que me cité con el. Podéis imaginaros la tensión de explicarle a un señor que no conocéis de nada que sus inversiones se han desplomado y que ha perdido en pocos días una cifra que no ganaríais ni en dos vidas. En cambio Roque se lo tomó con tranquilidad y para mi asombro, me preguntó por un buen sitio para tener compañía. Me comentó con una naturalidad pasmosa que aprovechaba su visita mensual a Barcelona para irse de putas. Los treinta días restantes del mes Roque es un devoto marido y un mimoso abuelo. Debía conocer los mejores clubs de la ciudad y sabiendo yo el poderío de su bolsa, me puso en un aprieto. Sólo se me ocurrió llevarle al Riviera, que por entonces aun era legal. Después fuimos a cenar, a tomar una copa, a pasar por el Camp Nou para ver a las trans, y para acabar la noche vuelta al Riviera. Nuestra cita empezó a las tres de la tarde y acabó a las cinco de la mañana. Desde esa noche siempre quiere que le atienda yo.

Nuestra cita era en el Starbucks de la Rambla. Roque tiene fijación con ese local. Se sienta en una de las roñosas butacas y abre su portátil de última generación, creo que lo cambia cada mes trae un trasto nuevo, ahora se ha pasado al Ipad, el de más prestaciones claro. Imagináros Barcelona a esa hora, día de huelga general y yo bajando por un lateral con mi traje y mi maletín. Casi no se notaba que iba a trabajar. Sorprendentemente nuestra cita fue muy rápida. Roque parecía apremiado y bebía a sorbos apresurados su café indescifrable. Asintió a todos los gráficos, y power points que le mostré. Le deslumbran las presentaciones en pp, a veces creo que le podríamos vender altímetros a los pinguüinos si se los presentáramos bién. Enfundó su ipad, lo introdujo en una bolsa Louis Vuiton y me dejó acabando mi café y estudiando como hacía yo para volver al despacho atravesando la marabunta que se empezaba a apoderar de la Rambla.

Los protestantes tenían muy poca pinta de sindicalistas. Siempre imaginamos a los miembros de UGT y de CCOO como barrigones, descamisados barbudos, mal humorados y chillones. Estos en cambio, a pesar de sus adhesivos rojos que les identificaban como miembros de los sindidatos, lucían un look de sindicalista post-grunge que no cuadraba. Rastas, tatuajes, melenas, otros rapados, torsos desnudos y todos de una juventud sospechosa de absoluta ignorancia. Su actitud no era la del palurdo sindicalista al que sus superiores envían a coaccionar al pobre comerciante en un piquete. No, estos no eran piquetes. Ya los tenemos vistos, son los mismos que en Euskal Herria queman autobuses o contenedores de la basura, que rompen escaparates en Madrid cuando hay una celebración deportiva, o que se enfrentan a la policia en la fiesta mayor de cualquier ciudad media. Antisistemas. Me soprendió que muchos de estos muchachos contrarios a la globalización, que se coordinan gracias a facebook o twitter, calzaran caras deportivas que se confeccionan en paises del sudeste asiático por sueldos de risa, y que tomaran fotos con teléfonos "designed in californa assembled in China". En plena línea de coherencia sabotearon una tienda Levi´s, la marca de vaqueros más deseada durante años por cualquier ciudadano del mundo no capitalista, el tejano icono de la globalización. Por cierto también se llevaron la caja fuerte y los ordenadores.

Destrozar cosas es una gozada. Yo lo hice en mi adolescencia y no me cuestionaba si estaba bien o mal, sólo me divertía. Cajeros de la Caixa, cabinas telefónicas.... vandalismo. Si, me declaro culpable y me arrepiento. Pero mis amigos y yo no nos refugíabamos en ninguna ideología hipócrita. La primera vez que me abrieron la cabeza los antidisturbios se me acabaron las tonterías. Un punto de sutura por cada cristal roto, una cicatriz para recordarme que la estupidez tiene un precio.
Me increparon y empujaron algunos de esos niñatos, tuve que forcejear con uno para que no se llevara mi portátil. Uno de ellos con piercings en la ceja y nariz, y cigarro liado en la comisura del labio, me gritó a un palmo del oido "Esquirol!!!" juraría que ese muchacho hace malabares en Portal de l´Angel, no creo que sepa lo que es trabajar. Seguro que en casa de sus padres nunca le faltará un plato de sopa.

Hace años hablé con un perroflauta en una tasca del barrio viejo de Bilbao. Se me acercó pidiendo con su gorro de lana "unas moneditas" le di la espalda pero curiosamente uno de nuestros amigos lo era también del pedigüeño. Resultó ser un tío simpático, iba acompañado de una chica que sería muy aprovechable tras unas depilaciones y lavados. Entre vino y vino nos dio una lección magistral de sinceridad "haber tio, yo no defiendo ningún estilo de vida. Yo me levanto cuando me sale del rabo, me saco mi dinerito, y no doy golpe. Si todo el mundo hiciera como yo se me acabaría el chollo. Déjate de movidas antiglobalización y que todo siga como hasta ahora ¡coño que están jugando con mi futuro!" Un cachondo además de brutalmente honesto. Por cierto le tuve que pagar la ronda, invitarle a tabaco y darle el cambio "es que estoy ahorrando para comprarme una reflex, tío a mi lo que me va es la fotografía"

sábado, 18 de septiembre de 2010

Los polvorones empachan

Hace ya bastantes años, unas Navidades en las que aún esperaba encontrar un paquete a mi nombre bajo el árbol, me empaché. Durante toda la noche, mientras los mayores hablaban de cosas que no entendía, arrasé con los polvorones, mazapán, frutos secos y demás abominables alimentos que sacamos de la despensa sólo para esas fechas. Recuerdo que pasé una de las peores noches de mi infancia inclinado sobre la taza del inodoro. No sé si alguno de vosotros ha vomitado mazapán, pero os aseguro que es una experiencia agónica. El vómito se vuelve dulzón, pero es tan denso que la sensación de asfixia es brutal. Intenté no hacer ruido, ser sigiloso, pues mi mente infantil creía que mis familiares podían pensar que estaba borracho. Uno de mis tíos había insistido ante la negativa de mis padres en que tomara una copita de pacharán, porque ya tenía 12 años. La verdad es que el primer sorbo me encantó y contuve mis facciones para demostrar que no me impresionaba el sabor del alcohol. Bebí aquella copita a sorbos lentos ante la complacencia de mis familiares excepto de mi padre, que me miraba severo augurándome un futuro de decadencia y alcoholismo. Frente al inodoro no podía pensar en otra que en no darle la razón a mi padre y en no asfixiarme. No he vuelto a probar los polvorones.

Quizás es un problema de personas con tendencia al extremo. Podemos hacer algo casi mecánicamente pareciéndonos lo más normal hasta que alguien nos de un toque cordura. Así fue este verano, llevado a un exceso demasiado peligroso. Después de tanto frecuentar el abismo sólo hay dos vías, caer en él o alejarse buscando algo de sensatez y cordura. Tras dos semanas de vicio en todas sus vertientes, decidimos pasar unos días en Menorca, icono del relax y la quietud. Las playas de la isla Balear son lo más parecido al Caribe que existe en el Mediterraneo y seguramente mucho mejores que aquellas. Entre la oferta playera destacan las nudistas, pequeñas calitas frecuentadas por hippies poco aficionados a la depilación y invadidas del dulzón olor del hachís.

En Macarelleta conocimos a Jan y Sonia. He de reconocer que la chica me volvió loco. Era bajita, con poco pecho, un coño que parecía gritar que lo comieran y un culo duro y menudo. Lo que me alucinó fueron sus gruesos labios del mismo color rosado que su coño. No podía para de mirarla e imaginar mi polla dentro de su garganta. No recuerdo como comenzamos a hablar, creo que fue algo tan inocente como pedirnos la hora, no sé. Lo cierto es que sin darnos cuenta la conversación se enredó deliciosamente. Es curioso como se olvida la desnudez cuando transcurren unos minutos de charla, aunque como decía Berlanga no dejaba de mirar a Sonia deseando vestirla lentamente.

Aunque estábamos en nuestra semana de desintoxicación sexual no pude evitar desear locamente a Sonia. Los ojos de Maria se habían fijado en la polla de Jan, vi como se esforzaba para no mostrar como su coño deseoso había empezado a mojarse. La polla de Jan no era para menos. Muy gruesa, morena, con el glande descubierto de un color morado que contrastaba viciosamente contra la negruzca piel de la polla. A pesar de intentar llevar la conversación a un tema sexual que nos acercara a pasar una noche golfa, las horas pasaron sin la más mínima insinuación. Todo transcurrió dentro de la más solemne normalidad. Cuando la playa empezaba a quedar vacía conseguimos arrancar una cita para la cena de esa noche. No todo estaba perdido.

María se arregló para la ocasión. No es fácil seducir cuando ya te han visto desnudo. Para seguir con la costumbre del verano, María dejó el tanga en la habitación y salimos hacia el restaurante acordado envueltos en una nube de perfume y aftersun. Antes de que llegara el primer plato habíamos tomado una botella de cava. Estaban absolutamente deseables, y a diferencia de nuestra jornada playera, la conversación se deslizaba con mayor normalidad hacia el morbo y el sexo. Sonia vestía de blanco y podía ver sus pezones morenos a través del tejido. Jan, con un pantalón de lino, a duras penas podía ocultar la monstruosa polla que mi mujer quería meterse en el coño. Una botella de vino más tarde y mediado el segundo plato creí llegar el momento:
- Somo liberales, una pareja liberal.
Mi afirmación no pareció alterar para nada la plácida y alcohólica sonrisa de Sonia.
- A nosotros también nos gusta el nudismo, somos de izquierdas y algún porrito fumamos...
Por lo visto no utilizábamos la mismo acepción de la palabra. Tras un trago y con la complicidad de la mesa añadí.
- Somos swingers, nos gusta hacer intercambio con otras parejas, los tríos... en fin, jugar.
Jan sonrío y Sonia carcajeó sin disimulo. Su respuesta me dejó atónito.
- Genial, nosotros no, no nos atrae.
A continuación cargó un tenedor con su rissotto y la velada continuó. Sin aspavientos, sin sorpresa, con una normalidad tan extraordianaria que nos quedamos en fuera de juego. A esas alturas de la velada, no dudábamos de que eran "de los nuestros". Pero no. Estuvimos juntos hasta las cuatro de la mañana. Nos preguntaron por nuestras experiencias, por nuestras sensaciones y reían satisfechos de saberse deseados, pero nada alteró su conducta.
Lo pasamos tan bien que casi no echamos en falta follar con ellos. Durante los siguientes tres días estuvimos juntos en la playa, cenando y de copas. Creo que nunca hemos estado tanto tiempo viendo a una pareja desnuda sin haber follado con ellos. Cuando se marcharon nos sentimos hasta tristes aunque no pudimos evitar un sentimiento de decpeción por no haber podido llegar a más.

No cabe decir que todas esas noches cuando María me comía la polla, no era a mí quien chupaba, sinó el pollón de Jan. Cuando yo le metía la polla con fuerza a María, no era su coño el que follaba, Sonia estaba en mi mente. Así era y así nos lo susurrábamos al oido, con la esperanza de que el día siguiente fueran nuestros compañeros de cama.

La negativa de Jan y Sonia, tan normal, tan serena, fue un sobresalto para nosotros. Después de pasar las semanas anteriores prácticamente sin desear a nadie y obtenerlo, nos encontrábamos con lo contrario. El deseo incumplido, el que te hace perseverar. Una vez ya en casa hemos vuelto a una normalidad que asusta. Solos Maria y yo. Quizás la sensación de la adicción al sexo, del descontrol y la sexualidad desmedida necesitaba de unas dosis de convencionalidad. Gracias Sonia y Jan, dicen que el mejor sorbo de tequila es el que tomas después de estar interno en una clínica de desintoxicación. Y es que como los polvorones, los polvos también empachan.

sábado, 10 de julio de 2010

Obediente nena

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sábado, 24 de abril de 2010

Regalo a un putero afortunado

Muchos amigos me comentan lo afortunado que soy por viajar por el país continuamente. Yo creo que los afortunados son los que lo hacen por todo el mundo, o eso creía hace unos años. Cada vez estoy más harto de los hoteles, aeropuertos y carreteras. Vivimos a caballo entre dos ciudades y aunque tiene sus ventajas, también jode no tener la camisa que quieres en la casa que toca, o dejarte tu vídeo juego favorito a 100 kilómetros. Como os digo también tiene sus alegrías, una de ellas es cuando María me puede acompañar, entonces os aseguro que tener habitación, dietas y dinerito para gastar a cargo de la empresa se convierte en una gozada.
Hace un mes me enviaron a Tarragona. Había estado varias veces, de turista y por trabajo, pero nunca con María. No hace falta que os diga que os contaré lo que ocurrió una vez que mi traje colgaba del percehero, el portátil estaba sólo atento al msn y el móvil desconectado.

En cuanto llegamos a la habitación del hotel (hotel Eurotarraco, para los que queráis pasaros por allí por si os gusta nuestra aventurita y queréis probar) no me podía creer lo que había tras la ventana. Una casa de putas con todos sus lucecitas como caramelos a la puerta de un colegio. En cuanto lo vi se me pasaron por la cabeza mil cosas, no sé que me pasa el viernes pero mi cerebro deja de trabajar y cede el mando a mi bragueta. Corrí la cortina para que María no viese nada y tras arreglarnos salimos a cenar.
Si paga la empresa no puedo ir haciendo el loco, pero siempre hay la posibilidad de que invite a cenar a algún cliente. En esos casos el límite, una vez al mes, se puede sobrepasar y nadie levantará la voz. Hay un pacto de silencio entre directivos, compañeros y socios, todos sabemos que el 90% de esas excepciones corresponden a puterío, lujos con la señora o amante o cualquier otra cosa que no se parezca a un cliente. Ni que decir cabe que en esas ocasiones no se me ocurre mirar el precio. Pedimos pescado, algo de marisco y vino. Dos botellas de Paco & Lola de las que dejamos media, que lujo derrochar si no pagas. La frontera de la media botella de vino por cabeza se cruza en una sola dirección, la del pecado. Los ojos de María empezaron a entornarse en su gesto característico de guerrera del sexo. No estábamos en condiciones de conducir, porque en ese momento me hubiera encantado ir a Chatelet de Salou para ver como María se hinchaba a orgasmos. Sólo se me ocurría una cosa, de camino al hotel coger una niñita en la casa de putas y acabar la fiesta en el hotel. María siguiendo su habitual juego de seducción se había quitado el tanga y abría las piernas para que bajo el mantel pudiera ver su coño húmedo. Me hubiera echado al suelo para lamérselo con ansia, pero no creo que colara que estaba buscando una lentilla. Tuve que retirar la copa de mi chica, el vino transforma a los guerreros en dioses y María es de las diosas que atemorizan.

Por suerte el hotel no quedaba muy lejos y recordaba bien el trayecto, de otra manera me hubiera costado llegar mirando más el coño de mi pareja que a la carretera.
- Ya vamos para el hotel? no quieres que vayamos a ligar? - susurró mi copiloto.
- No te has fijado lo que había delante del hotel?
- No... - María hurgaba en mi pantalón intentando sacarme la polla.
- Una casa de putas, me encantaría sacar una chica para llevarla al hotel.
- No quiero niñas...
Esa respuesta me dejó en fuera de juego. No había nada que me apeteciera más en ese momento que una negrita para lamerla con María.
- Quiero ser yo la puta...
Trago saliva. Mi polla palpita. Sé que siempre le ha excitado la sensación de cobrar y obedecer. Ya lo probamos una vez. A todos nos encanta sentir la sumisión en algún grado, si además tiene la recompensa del dinero, la fantasía es completa.
Encaré el coche a la entrada del puticlub. Tenía un parking amplio y suficientemente oscuro para pasar inadvertido. María se masturbaba el coño y se pellizcaba los pezones. Varios coches entraron tras nosotros y aparcaron a unos metros. Un grupo de amigos que sólo tenían las golosas luces entre ceja y ceja, promesa de media hora de placer.
- Vas a hacer lo que yo diga - no sugerí, se lo ordené. Me saqué la polla del pantalón y cogí su cabeza para que se la metiera en la boca. Empecé a acariciarle el coño metiéndole dos dedos con firmeza, ella se arqueaba para que entraran dentro y gemía con la boca llena.
Yo no perdía detalle del retrovisor, hasta que apareció lo que esperaba. Un Opel Astra, vulgar, lento y sobrio, conducido por un hombre, sin acompañantes. Retiré la cabeza de María y salí del coche.
El Astra aparcó cerca de nuestro coche y pude acercarme sonriendo, con naturalidad. El hombre me miró un poco sorprendido y miró alrededor buscando explicación a mi presencia allí. Sin duda vio que en mi coche había una mujer rubia.
- Hola
- Hola - contestó el hombre con cara de pocos amigos, saliendo con dificultad del coche. Pude oír la música de su radio cd antes de que apagara el contacto. El Barrio, genial y decadente, buena señal.
- Es que verá, no sé como decirlo... he venido con mi amiga - tragué saliva, intentando parecer dócil y nervioso - y mi amiga me ha pedido un favor.
- Quita de en medio, no me toques los cojones... el favor vengo yo a que me lo hagan.
El hombre debía tener unos cincuenta años, fornido, muy moreno, sin duda trabajador de la construcción, de voz ronca y hosca.
- Es que mi amiga... no sé como decirle, a mi las mujeres no me gustan... pero que no quiero nada con usted no piense mal! pero es que ya nos íbamos para casa y mi amiga me decía que....
Por primera vez vi algo de curiosidad en el obrero, miró de reojo hacía nuestro coche y pudo ver las piernas desnudas y el tanga por la rodillas. Se puso de puntillas para ver más y movió las manos buscando equilibrio.
- No se quiere ir a dormir sin hacer algo.... su chico fue a una despedida y le han dicho que se fue de putas con los amigos... está borracha pero lleva toda la noche pidiendo que la traiga a un sitio así. Está medio depre - depre? ni recuerdo como pude parecer tan petardo.
- Está buena... - nuestra presa se relamía como un lobo mirando un ternero.
- Está loca! pero... su chico se merece que le paguen con la misma moneda.
- Nene para pagar ya pago ahí dentro.
- Es que ella - empezó a andar hacia el coche y yo le seguí - sólo quiere jugar, por eso quería que yo viniera con ella.
María tenía las piernas bien separadas, el coño abierto y lo acariciaba resbalando sus dedos por el clítoris. Se había sacado las tetas por encima de la camiseta y se veía absolutamente deseable.
- Joder... - el obrero estaba alucinado - tu que eres? maricón? joder nene yo no os entiendo.
- Que le vamos a hacer - el obrero como si ya estuviera en el puticlub se acercó a la ventana de María y sin dirigirle la palabra comenzó a pellizcarle el pecho y sobarle el coño. Lo hacía con rudeza, como si prepara cemento en su día a día. Yo miraba desde la otra ventana, excitadísimo.
- Vaya puta... esto si que es una puta - me miraba el obrero riendo, como si hubiera acertado la lotería. María abría las piernas, ofrecía el coño y me miraba completamente enloquecida.
El hombre del Astra se bajó la bragueta y sacó su polla morena y peluda por entre los dientes de la cremallera. Se puso un poco de puntillas y obligó a María a metérsela en la boca. No podía aguantar le excitación, ella chupaba ruidosamente, gozando.
- Maricón si quieres mirar no te cortes, ven pacá que así me tapas por si viene el segureta.
Me acerqué y miré loco de placer como María chupaba y sorbía como poseida. El obrero tenía una polla no muy larga, pero gruesa con un glande muy hinchado y brillante. Hábilmente tenía la mano dentro del coche y follaba a María con los dedos, ella le ayudaba moviendo el culo, deseando que esos dedos fueran una polla.

Cuando vi que le hombre buscaba la puerta para abrir tuve que calmarle.
- Córrete que viene alguien...
Mi advertencia pareció hacer efecto y acompañando el movimiento de María empezó a embestir follándole la boca a mi chica. Ella ya se había corrido un par de veces y cuando el obrero empezó a magrearla con más fuerza vi que se iba correr por tercera vez. El obrero no pudo resistir más cuando María mirándole a los ojos le susurró.
- Que pasa, no te vas a correr? para maricones ya tengo a este...
Mano de santo. En tres oleadas nuestro amigo dejó la puerta del coche, la cara el pelo de María y sus calzoncillos llenos de una leche blanca y densa.
El pobre hombre quedó encorvado, sudoroso susurrando palabras incomprensibles.
Con una sonrisa alzó la vista, buscando complicidad como un niño que ha robado un chupachups de un kiosco y ha sido atrapado.
- Aparta gordo - de un empujón lo alejé del coche. El pobre hombre se trastabilló casi cayendo al suelo. Entré al coche mientras el obrero gesticulaba con la polla flácida asomando por el pantalón. María se despidió con un inocente saludo y pude ver por el retrovisor la cara de expediente x que se le había quedado al pobre hombre.

No hablamos, el hotel estaba tan cerca que no dio tiempo. Aún recuerdo la cara del vedel cuando vio los restos de semen aun frescos en la cara y pelo de María. Ella seguía risueña, caliente. Sólo le di tiempo a lavarse la cara. La follé por detrás, de pie apoyada en la ventana, mirando el parking en el que acabábamos de acercarnos un pocos más al infierno de los lascivos.


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