sábado, 24 de abril de 2010

Regalo a un putero afortunado

Muchos amigos me comentan lo afortunado que soy por viajar por el país continuamente. Yo creo que los afortunados son los que lo hacen por todo el mundo, o eso creía hace unos años. Cada vez estoy más harto de los hoteles, aeropuertos y carreteras. Vivimos a caballo entre dos ciudades y aunque tiene sus ventajas, también jode no tener la camisa que quieres en la casa que toca, o dejarte tu vídeo juego favorito a 100 kilómetros. Como os digo también tiene sus alegrías, una de ellas es cuando María me puede acompañar, entonces os aseguro que tener habitación, dietas y dinerito para gastar a cargo de la empresa se convierte en una gozada.
Hace un mes me enviaron a Tarragona. Había estado varias veces, de turista y por trabajo, pero nunca con María. No hace falta que os diga que os contaré lo que ocurrió una vez que mi traje colgaba del percehero, el portátil estaba sólo atento al msn y el móvil desconectado.

En cuanto llegamos a la habitación del hotel (hotel Eurotarraco, para los que queráis pasaros por allí por si os gusta nuestra aventurita y queréis probar) no me podía creer lo que había tras la ventana. Una casa de putas con todos sus lucecitas como caramelos a la puerta de un colegio. En cuanto lo vi se me pasaron por la cabeza mil cosas, no sé que me pasa el viernes pero mi cerebro deja de trabajar y cede el mando a mi bragueta. Corrí la cortina para que María no viese nada y tras arreglarnos salimos a cenar.
Si paga la empresa no puedo ir haciendo el loco, pero siempre hay la posibilidad de que invite a cenar a algún cliente. En esos casos el límite, una vez al mes, se puede sobrepasar y nadie levantará la voz. Hay un pacto de silencio entre directivos, compañeros y socios, todos sabemos que el 90% de esas excepciones corresponden a puterío, lujos con la señora o amante o cualquier otra cosa que no se parezca a un cliente. Ni que decir cabe que en esas ocasiones no se me ocurre mirar el precio. Pedimos pescado, algo de marisco y vino. Dos botellas de Paco & Lola de las que dejamos media, que lujo derrochar si no pagas. La frontera de la media botella de vino por cabeza se cruza en una sola dirección, la del pecado. Los ojos de María empezaron a entornarse en su gesto característico de guerrera del sexo. No estábamos en condiciones de conducir, porque en ese momento me hubiera encantado ir a Chatelet de Salou para ver como María se hinchaba a orgasmos. Sólo se me ocurría una cosa, de camino al hotel coger una niñita en la casa de putas y acabar la fiesta en el hotel. María siguiendo su habitual juego de seducción se había quitado el tanga y abría las piernas para que bajo el mantel pudiera ver su coño húmedo. Me hubiera echado al suelo para lamérselo con ansia, pero no creo que colara que estaba buscando una lentilla. Tuve que retirar la copa de mi chica, el vino transforma a los guerreros en dioses y María es de las diosas que atemorizan.

Por suerte el hotel no quedaba muy lejos y recordaba bien el trayecto, de otra manera me hubiera costado llegar mirando más el coño de mi pareja que a la carretera.
- Ya vamos para el hotel? no quieres que vayamos a ligar? - susurró mi copiloto.
- No te has fijado lo que había delante del hotel?
- No... - María hurgaba en mi pantalón intentando sacarme la polla.
- Una casa de putas, me encantaría sacar una chica para llevarla al hotel.
- No quiero niñas...
Esa respuesta me dejó en fuera de juego. No había nada que me apeteciera más en ese momento que una negrita para lamerla con María.
- Quiero ser yo la puta...
Trago saliva. Mi polla palpita. Sé que siempre le ha excitado la sensación de cobrar y obedecer. Ya lo probamos una vez. A todos nos encanta sentir la sumisión en algún grado, si además tiene la recompensa del dinero, la fantasía es completa.
Encaré el coche a la entrada del puticlub. Tenía un parking amplio y suficientemente oscuro para pasar inadvertido. María se masturbaba el coño y se pellizcaba los pezones. Varios coches entraron tras nosotros y aparcaron a unos metros. Un grupo de amigos que sólo tenían las golosas luces entre ceja y ceja, promesa de media hora de placer.
- Vas a hacer lo que yo diga - no sugerí, se lo ordené. Me saqué la polla del pantalón y cogí su cabeza para que se la metiera en la boca. Empecé a acariciarle el coño metiéndole dos dedos con firmeza, ella se arqueaba para que entraran dentro y gemía con la boca llena.
Yo no perdía detalle del retrovisor, hasta que apareció lo que esperaba. Un Opel Astra, vulgar, lento y sobrio, conducido por un hombre, sin acompañantes. Retiré la cabeza de María y salí del coche.
El Astra aparcó cerca de nuestro coche y pude acercarme sonriendo, con naturalidad. El hombre me miró un poco sorprendido y miró alrededor buscando explicación a mi presencia allí. Sin duda vio que en mi coche había una mujer rubia.
- Hola
- Hola - contestó el hombre con cara de pocos amigos, saliendo con dificultad del coche. Pude oír la música de su radio cd antes de que apagara el contacto. El Barrio, genial y decadente, buena señal.
- Es que verá, no sé como decirlo... he venido con mi amiga - tragué saliva, intentando parecer dócil y nervioso - y mi amiga me ha pedido un favor.
- Quita de en medio, no me toques los cojones... el favor vengo yo a que me lo hagan.
El hombre debía tener unos cincuenta años, fornido, muy moreno, sin duda trabajador de la construcción, de voz ronca y hosca.
- Es que mi amiga... no sé como decirle, a mi las mujeres no me gustan... pero que no quiero nada con usted no piense mal! pero es que ya nos íbamos para casa y mi amiga me decía que....
Por primera vez vi algo de curiosidad en el obrero, miró de reojo hacía nuestro coche y pudo ver las piernas desnudas y el tanga por la rodillas. Se puso de puntillas para ver más y movió las manos buscando equilibrio.
- No se quiere ir a dormir sin hacer algo.... su chico fue a una despedida y le han dicho que se fue de putas con los amigos... está borracha pero lleva toda la noche pidiendo que la traiga a un sitio así. Está medio depre - depre? ni recuerdo como pude parecer tan petardo.
- Está buena... - nuestra presa se relamía como un lobo mirando un ternero.
- Está loca! pero... su chico se merece que le paguen con la misma moneda.
- Nene para pagar ya pago ahí dentro.
- Es que ella - empezó a andar hacia el coche y yo le seguí - sólo quiere jugar, por eso quería que yo viniera con ella.
María tenía las piernas bien separadas, el coño abierto y lo acariciaba resbalando sus dedos por el clítoris. Se había sacado las tetas por encima de la camiseta y se veía absolutamente deseable.
- Joder... - el obrero estaba alucinado - tu que eres? maricón? joder nene yo no os entiendo.
- Que le vamos a hacer - el obrero como si ya estuviera en el puticlub se acercó a la ventana de María y sin dirigirle la palabra comenzó a pellizcarle el pecho y sobarle el coño. Lo hacía con rudeza, como si prepara cemento en su día a día. Yo miraba desde la otra ventana, excitadísimo.
- Vaya puta... esto si que es una puta - me miraba el obrero riendo, como si hubiera acertado la lotería. María abría las piernas, ofrecía el coño y me miraba completamente enloquecida.
El hombre del Astra se bajó la bragueta y sacó su polla morena y peluda por entre los dientes de la cremallera. Se puso un poco de puntillas y obligó a María a metérsela en la boca. No podía aguantar le excitación, ella chupaba ruidosamente, gozando.
- Maricón si quieres mirar no te cortes, ven pacá que así me tapas por si viene el segureta.
Me acerqué y miré loco de placer como María chupaba y sorbía como poseida. El obrero tenía una polla no muy larga, pero gruesa con un glande muy hinchado y brillante. Hábilmente tenía la mano dentro del coche y follaba a María con los dedos, ella le ayudaba moviendo el culo, deseando que esos dedos fueran una polla.

Cuando vi que le hombre buscaba la puerta para abrir tuve que calmarle.
- Córrete que viene alguien...
Mi advertencia pareció hacer efecto y acompañando el movimiento de María empezó a embestir follándole la boca a mi chica. Ella ya se había corrido un par de veces y cuando el obrero empezó a magrearla con más fuerza vi que se iba correr por tercera vez. El obrero no pudo resistir más cuando María mirándole a los ojos le susurró.
- Que pasa, no te vas a correr? para maricones ya tengo a este...
Mano de santo. En tres oleadas nuestro amigo dejó la puerta del coche, la cara el pelo de María y sus calzoncillos llenos de una leche blanca y densa.
El pobre hombre quedó encorvado, sudoroso susurrando palabras incomprensibles.
Con una sonrisa alzó la vista, buscando complicidad como un niño que ha robado un chupachups de un kiosco y ha sido atrapado.
- Aparta gordo - de un empujón lo alejé del coche. El pobre hombre se trastabilló casi cayendo al suelo. Entré al coche mientras el obrero gesticulaba con la polla flácida asomando por el pantalón. María se despidió con un inocente saludo y pude ver por el retrovisor la cara de expediente x que se le había quedado al pobre hombre.

No hablamos, el hotel estaba tan cerca que no dio tiempo. Aún recuerdo la cara del vedel cuando vio los restos de semen aun frescos en la cara y pelo de María. Ella seguía risueña, caliente. Sólo le di tiempo a lavarse la cara. La follé por detrás, de pie apoyada en la ventana, mirando el parking en el que acabábamos de acercarnos un pocos más al infierno de los lascivos.


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