sábado, 17 de octubre de 2009

La última fila del cine

Seguro que muchos de vosotros habeis tenido vuestro primer acercamiento al sexo en la última fila de un cine. No hablo de un sexo completo, sino más bien de una primera toma de contacto que en un muchos casos acababa en una furiosa paja en el baño de casa para enmendar una dolorosa orquitis. Recuerdo la primera vez que me cité con una chica para ir al cine. Allí estaba la niña que me había robado el corazón durante años, en la taquilla, con una faldita tableteada de color gris, casi colegial, esperando a su caballero cogida de la mano de su papi. Debía tener doce añitos y mi única y pervertida obsesión era conseguir que me cogiera la mano en algún sobresalto de la película, o que se acercara a mi buscando protección.

Años más tarde, con el chute hormonal que es la pubertad, la obsesión era otra. Tocar, magrear, besar y ser correspondidos. Sabéis de que hablo verdad?.

Habíamos leído en algunos foros de la existencia de un sex-shop en la calle Numancia de Barcelona donde hay un pequeño cine x. Algunas parejas habían ido en busca de aventuras y comentaban la existencia de un glory hole, esos agujeritos que comunican dos baños o estancias, por los que metes la polla para que te la coman o pajeen sin saber quien lo hace. Hacía tiempo que queríamos ir a un cine x, nos parecía tan sórdido que nos ponía a mil.

Hace un par de semanas, un sábado después de una buena comida y algunos chupitos de ginebra, nos calentamos lo suficiente como para ir a investigar. Debían ser las cinco de la tarde, una buena hora según los asiduos. María se había puesto faldita corta y una blusa blanca abotonada. Llevaba un tanguita chiquitin y había dejado el sujetador en el cajón de la cómoda. Aparcamos cerca del lugar y, si no iba ya suficientemente caliente, María contribuyó con uno d esos detallitos suyos que me tienen sumiso como un perro a su lado. Arqueó el culito y se quitó el tanga echándolo a la parte de atrás del coche "creo que no lo voy a necesitar".

Los sex-shop suelen ser todos parecidos. Un cajero con cara de acabar de aterrizar en la tierra de algún planeta remoto, algún viejo rondando con las manos cogidas a espalda mirando vibras y dvds como si estuviera en el Prado, un par de chicas que, con la excusa de la despedida de soltera, acaban comprando dildos que en ningún caso compartirán con su compañeras de fiesta, algún tío con una pinta tan absolutamente normal que parece que ha ido a reparar o verificar algo, nunca que ha ido a correrse viendo un video de zoofilia... y los profesionales, los que rondan horas y horas buscando una presa.

María paseó distraída mirando los artículos de látex, los vídeos, moviendo el culo y dejándose ver. Cuando nos pareció haber captado suficiente atención nos dirigimos hacia el fondo, donde está el cine y los cubículos del glory hole. Nos sentamos hacia el centro, cosa no muy excepcional ya que es tan pequeño que casi no hay delante, detrás y centro, Super Coco se haría un lío. A la entrada había un señor regordete que parecía un topo en la negrura, recostado sobre una pared, mirando sin pestañear la película. En las filas delanteras había dos cabecitas muy juntas. Una estaba más recostada que la otra, una brillante calva. No costaba interpretar el ligero movimiento de ambos. Como si tuviera un radar el calvo se giró y durante unos instantes pareció en fuera de juego mirándonos, pero en breve siguió mirando la peli y disfrutando de las caricias de su amigo. En seguida me saqué la polla, tal como habíamos acordado, y María empezó a pajearme. El señor topo se puso a nuestra altura y comenzó a mirar descaradamente. Mi chica se acomodó y se metío la polla en la boca, chupando ruidosamente, como si grabara un vídeo porno. Tras unos minutos me levanté, metí mi polla dura en el pantalón y me fui a la fila de atrás. Me crucé con el señor regordete y con un gesto pareció pedirme permiso. Ocupó mi lugar en segundos, antes de que yo me acomodara en mi butaca.

Un moro de casi dos metros apareció de la nada y se sentó al otro lado de María. Antes de que el señor regordete se insinuara lo más mínimo, el moro se había sacado la polla y se la pelaba mirando la película, donde una rubia de tetas brutales se metía un dildo rosa en el culo. Lo veía todo desde la fila de atrás, el corazón me golpeteaba diciendome "guarro, guarro, guarro" María se recostó en la butaca y puso su culo en el borde de la misma, dejando libre acceso a su coño. El moro no se dió por aludido pero el gordito empezó a sobar las tetas y el coño de mi chica. María agarró la polla del magrebí, que no estaba nada mal, y la pajeó con fuerza. Con la otra mano emepzó a acariciar la polla del gordito que no parecía reaccionar. Oía a María jadear y pude ver como el moro se arqueaba y amortiguaba un chillido al correrse. Tal como había llegado se levantó y se fue. María se limpió el dorso de la mano sobre la misma tapicería de la butaca y se ocupó con más cariño del señor gordete y sudoroso que a pesar de su tosca apariencia acariciaba con sorprendente suavidad y efectividad el coño de mi pareja.

El calvo de las filas de delante volvió a mirar hacia atrás y intuyendo lo que se cocía, se levantó y dejó a su compañero acariciando el aire. Llevaba la polla fuera. Llegó a la altura de María y miró descarado, pero pasó y se acercó a mi. La verdad que ver como la polla se me acercaba me intranquilizó, me recordaba aquella escena de Philadelphia donde Tom Hanks se comía la polla de un desconocido, con una leve diferencia, yo no soy gay ni bi. El tío se sentó a mi lado con una sonrisa de oreja a oreja. Llevaba todo el pelo rapado, pendiente y una perilla canosa, vamos que nunca imaginaría que era gay... Se echó hacia delante y metiendo las manos por entre las butacas empezó a acariciar los pechos de María. Yo pendiente del calvo que se me acercaba había perdido de vista a los ocupantes de la fila delantera así que me sorprendió no ver al señor topo. Me acerqué y vi que estaba hecho un ovillo, retorcido e incomodo lamiendo el coño de mi chica. Se me puso la polla a reventar y el calvo pareció intuirlo. "vaya puta que nos has traído... tu eres maricón?" sólo pude contestar con una negación de la cabeza pues en ese momento me echó mano al paquete "pues que lástima porque te encantaría que te la comiera allí" dijo señalando con la mirada al glory hole. Delante nuestro María se retorcía de gusto.

El calvo ante mi negativa se levantó y se acercó a mi chica, sin sentarse le quiso meter la polla en la boca, pero ella se negó, no estaba en el plan. El tío se sentó y como había hecho el moro minutos antes, empezó a sobar con fuerza el coño que el gordito lamía y sorbía desde el suelo. El calvo tenía una polla del tipo que María no desaprovecha, pero se contuvo y disfrutó pajeándola y siendo sobada por aquellas manos extrañas. Yo no pude más, me saqué la polla y me masturbé sin poder contenerme. Veía como el calvo miraba hacia atrás, atento a mi polla y tuve que evitar su mirada para no confundirle. María se había corrido varias veces ya que el gordito no paraba de lamer, meter y acariciar. Antes de que el calvo se corriera, se incorporó dejando al señor topo sin nada en su boca y dejando el pollón del calvo balanceándose como un cono en una carretera. María se abotonó la camisa, se ajustó la falda y casi sin mirarme se fué hacia la zona de la tienda.

Yo estaba a punto de correrme seguí masturbándome cuando vi al gordito como se metía la polla del calvo en la boca. Llené el suelo de leche. Fue un orgasmo agridulce... aquel tío con la polla del calvo en la boca habían hecho que me corriera? confuso y preocupado por la estampida de María, me subí el pantalón y abandoné el cine que estaba empezando ha recibir más visitantes advertidos del espectáculo que había dado mi chica.

María estaba fuera, apoyada en los coches de la acera, sonriente. "chica me has preocupado!" Pude ver como tenía los muslos brillosos y una delatora mancha sobre su faldita. "necesito que me folles, desde los catorce que no me había puesto tan caliente tocándole la polla a un tío" lo dijo con toda la naturalidad del mundo "bueno chica, han sido tres pollas y te han tocado por todos lados" volvió a sonreir y me arrastró de la mano al coche. Tuve suerte de no encontrar policía en esos momentos, no llevaba cinturón, conducía medio borracho, con exceso de velocidad y con la polla fuera del pantalón... no sé cuantos puntos me hubieran quitado por eso. Una vez en casa ya os podéis imaginar que no duramos mucho. Es tan malo el deseo y el vicio...

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