sábado, 11 de febrero de 2012

Pajillero

No me sienta bien el invierno. Ni me sienta bien ni me gusta. Odio el frío. Uno de los motivos por los que me gustaría ser millonario es para no volver a notar el tacto de una bufanda de lana en el cuello. Digamos que estoy invernando como un oso pardo. La verdad es que desde el último post que escribí no han pasado cosas demasiado remarcables, hasta diría que estoy en retroceso. Quizás es la edad, la maldita ola  de frío siberiano, los abrigos o la interminable crisis. O puede que haya otra explicación, no soy supersticioso, pero este año, por primera vez, no me acabé las uvas el día de fin de año. Mal presagio empeorado al no empezar el 2012 con la acostumbrada buena dosis de sexo, pero mejor os lo cuento.

Empezar el año en Madrid se ha convertido en una especie de tradición para nosotros. Nada de uvas en la puerta del sol, no, un buen hotel con rica cena y maratón de vicio en algún club de la ciudad. En esta ocasión algunos de nuestros amigos se habían apuntado a la cena, así que se nos planteaba un reto de escapistas: ir al club a desbocarnos y volver a la fiesta, a última hora, a desayunar con nuestros amigos. Ellos no tienen idea de nuestro lado sórdido, de nuestros vicios y perversiones. Algo intuyen, pero prefieren no preguntar, no vaya ser que a alguno le entren dudas. A veces las mentiras menos elaboradas son las que mejor funcionan, así que simplemente les dijimos que teníamos que pasar por casa de unos conocidos. 

En la recepción del hotel había un bullicio de mujeres de todas las edades maravillosamente vestidas, perfumadas y calzadas. Las mujeres de mis amigos estaba deseables y preciosas; asiduas del jersey de lana y los tejanos, estaban deliciosas con sus vestidos. Me sorprendí con el escote de alguna, el culo de la otra o los labios de aquella: toda mujer tiene algo por lo que matar. Una cena con amigos en la que abunda el alcohol tiene un alto riesgo de ebriedad. María me miraba de reojo intentando calmar mi ansia de beber, pero lamentablemente no le hice mucho caso. En el segundo plato estaba bastante perjudicado. El cava, los chupitos, los cubatas... perdí la cuenta en las uvas. Empecé tarde y me quedaban en la mano aun tres cuando el chef acabó de golpear la cacerola al ritmo de las campanadas. Baco me pidió su peaje cuando me levanté para ir al baño. Estaba muy mareado, casi choco con una mesa vecina y me equivoqué de puerta un par de veces antes de encontrar el servicio. Al volver María estaba muy molesta, así que antes de sentarme me agarró de la mano y, excusándome, me sacó del restaurante.

Si no fuera por los 240€ que nos costaron las entradass para el club, me hubiera quedado en el hotel, pero María no era de mi misma opinión.
-Porque tu te desmadres no me vas a dejar a mi con las ganas- Me recompuse como puede y fuimos hasta el club, que estaba muy cerca, en un taxi. Me concentré para entrar al club con la máxima dignidad. Creo que lo conseguí. El ambiente era, o me pareció a mi, delicioso. Igual que en el hotel vi a la mayoría de asistentes bien vestidos y sexys. También vi unas cuantas parejas que no entiendo como les habían dejado entrar en el local. Debería haber una policía que detuviera a la gente que no respeta un mínimo de dress code, y más en una noche tan especial. Estaba muy lleno pero faltaba algo de química en el aire, mucha pose, parejas preciosas, pero poco sexo. Opté por acercarme a la barra y empezar a canjear mis vales por cubatas. Uno tras otro. María bailaba, miraba, se dejaba mirar, se rozaba con uno y con otra. Yo sostenía la barra y empezaba a lamentar mi ansia. María me cogió de la mano y me adentró en el laberinto, eso me parecía a mi, de habitaciones oscuras. Los gemidos eran aquí más insistentes y capté con mucha claridad el olor del látex caliente, de los cuerpos, del sudor y del resto de fluidos posibles. Sexo en mayúsculas.

Nos acercamos al glory hole. Sólo una polla asomaba por uno de los agujeros. María se puso en cuclillas y empezó a chupar. La polla estaba dura, no era muy grande pero era la que había, y por lo que vi, María se moría de ganas de meterse una en la boca. Me sentí invisible y afortunado a la vez. Vi como el tío empujaba y metía la polla todo lo que podía a través del agujero. Oía los gemidos ensordecidos a través del tabique y veía la cabellera rubia de mi chica moviéndose con ritmo. Yo, que estaba apoyado mirando desde lejos, me arrodillé y me puse cerca de María, escuchando como sorbía y chupaba. No me miraba, era como verla a través del espejo. No me sostenía muy bien, así que estaba recostado en la pared. Noté algo suave en mi cuello. Pensé que alguien me reclamaba, y me giré con la mejor de mis sonrisas. Delante de mis ojos vi amenazante una polla que se colaba por otro de los agujeros del Glory Hole. Estaba tan borracho que incluso dudé si tenía que chuparla, cumpliendo con lo que se suponía que debía hacerse allí, retorcerla, escupirle o pegarle un collejón. Así que opté por levantarme muerto de la risa mientras oía al dueño de la polla insistir con un seductor -chupa, vamos, chupa- pobre hombre seguro que no tenía ni idea de lo que estaba al otro lado.

María miró de reojo al nuevo inquilino pero viendo su tamaño, siguió mamándosela al primer afortunado. Aún así se apiadó de la polla confundida y la pajeó como pudo. María empezó a engullir más hondo y más rápido y el chico gemía y decía -te quiero follar, te quiero follar- Vi como mi chica deseaba la leche del muchacho, pero este parecía querer más. Cuando estaba a punto de correrse el tío retiró la polla del agujero, y apareció ante nosotros. María casi no se había levantado y allí estaba ya el tío con la polla al aire. Mi chica lo miró de arriba abajo, pasó por su lado y me agarró del brazo. 

Se veían ahora más cuerpos, carne, había sexo y mirones por todas partes. En el cuarto oscuro perdí a María. Yo me saqué la polla y deambule tanteando cuerpos. Me pajearon, me chuparon, toqué, estrujé, me tropecé y salí a tomar el aire, subiéndome el pantalón por el camino. María apareció a mi lado -Vámonos de aquí antes de que te echen- Habíamos estado en el cuarto oscuro mas de media hora. Ni idea de lo que hizo mi chica por allí.

Volvimos al hotel caminando. María me agarraba para darse calor y equilibrarme. La fiesta del hotel estaba en pleno apogeo y no fue difícil encontrar a nuestros amigos. Probablemente a causa del lugar de donde veníamos y del alcohol, me pareció ver a nuestras amigas muy cariñosas entre ellas y desinhibidas. Ellos comentaban en la distancia, cubata en mano, con la misma mirada que tantas veces les había visto en las casas de putas, fantaseando con la presa a elegir. Estuve a un tris de hablar más de la cuenta proponiéndoles a mis amigos un fin de fiesta "diferente"; por suerte algo de razón entró en mi mollera, cerré la boca y me alejé a por otra copa. María bailaba con las chicas y me controlaba por el rabillo del ojo.

En unos segundos se desmoronó el mundo, me flojearon las piernas y la gente se volvió borrosa y ondulante. Mi cuerpo dijo basta y el ron se reía de mi en el vaso. Lamenté mi poca cabeza, no me pasaba algo así desde hacía años. La camarera me miraba con cara de malas pulgas y lástima. María me cogió del brazo nuevamente y me arrastró a la habitación. Me desnudé y me dejé caer sobre la cama. Mi chica me miraba con los brazos cruzados dede los pies de la cama. 
-Yo no me voy a acostar todavía- después de decir eso oí cerrarse la puerta. Me quedé con la tele encendida. Creo que estaba Sandro Rey haciendo predicciones para el sorteo del niño, tal vez lo imaginé. Me levanté a vomitar varias veces, me perdí en la habitación y casi vomito en el balcón. Dentro de mi patetismo intenté hacerme una paja, pero me quedé dormido sin llegar a empalmarme. Me desperté varias veces. El reloj avanzaba y María no volvía. 

Me desperté con la luz del sol, la persiana abierta hasta arriba, y no había nadie a mi lado. Vi por el suelo de la habitación las prendas de María, su sujetador, las medias... y su tanga. Afilé mis sentidos y oí el correr de la ducha. Me levanté con un dolor de cabeza horrible y busqué pruebas de como le había ido la noche a mi pareja. No sé que hizo, no me lo ha contado, pero puedo imaginar cualquier cosa.

Desde que empezó el año María me sigue pasando factura por mi lamentable espectáculo. En este mes y medio poca cosa ha ocurrido. Follamos, eso sí, pero no me ha explicado nada de sus horas a solas en Madrid. No fantasea, no juega conmigo, ni siquiera hemos utilizado nuestros vibradores en lo que llevamos de 2012.

Tal como decía al principio yo tampoco estoy en mi mejor momento. Por suerte alguna amiga del blog me ha alegrado con sus fotos y me he devirgado en una nueva práctica. En nuestros inicios en el vicio colgábamos fotos en morbocornudos o amateurtotal. Recuerdo cuando los chicos nos enviaban sus fotos corriéndose sobre el cuerpo de María. Cuantas corridas les debo a esos benefactores! Mi chica se ponía muy caliente viendo el efecto que provocaba en otros chicos y, en parte gracias a eso, se ha convertido en quien es ahora. En este trance invernal parece que he completado un bucle. Ahora soy yo quien se corre con las fotos de sus amigas y se las devuelve llenas de leche. Después de todo me he vuelto un pajillero. Creo que hasta que no le devuelva a María la noche que le escamoteé en fin de año me lo va a hacer pagar. Quizás tampoco me vaya mal un poco de vida de marido convencional: sexo ortodoxo con la esposa y pajas furtivas con amantes imaginarias. A alguno os suena de algo?

*Las fotos corresponden a admiradores pajilleros de María durante estos años.

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