sábado, 16 de octubre de 2010

sábado, 2 de octubre de 2010

Antisistema

- Sr. Huertas, el sr. Roque XXX quiere verse contigo el miércoles.
- El dia de la huelga?
- Tienes algún problema?
Claro que no tenía ningún problema. Soy free-lance. Si no trabajo no cobro, además el señor Roque es uno de los mejores clientes que tengo. Vive apartado de la ciudad en una enorme finca oculta tras una verja dorada, pero una vez al mes baja a Barcelona para repasar cuentas y que le ponga al día de sus inversiones. La verdad es que me cae muy bien. Aún recuerdo la primera vez que me cité con el. Podéis imaginaros la tensión de explicarle a un señor que no conocéis de nada que sus inversiones se han desplomado y que ha perdido en pocos días una cifra que no ganaríais ni en dos vidas. En cambio Roque se lo tomó con tranquilidad y para mi asombro, me preguntó por un buen sitio para tener compañía. Me comentó con una naturalidad pasmosa que aprovechaba su visita mensual a Barcelona para irse de putas. Los treinta días restantes del mes Roque es un devoto marido y un mimoso abuelo. Debía conocer los mejores clubs de la ciudad y sabiendo yo el poderío de su bolsa, me puso en un aprieto. Sólo se me ocurrió llevarle al Riviera, que por entonces aun era legal. Después fuimos a cenar, a tomar una copa, a pasar por el Camp Nou para ver a las trans, y para acabar la noche vuelta al Riviera. Nuestra cita empezó a las tres de la tarde y acabó a las cinco de la mañana. Desde esa noche siempre quiere que le atienda yo.

Nuestra cita era en el Starbucks de la Rambla. Roque tiene fijación con ese local. Se sienta en una de las roñosas butacas y abre su portátil de última generación, creo que lo cambia cada mes trae un trasto nuevo, ahora se ha pasado al Ipad, el de más prestaciones claro. Imagináros Barcelona a esa hora, día de huelga general y yo bajando por un lateral con mi traje y mi maletín. Casi no se notaba que iba a trabajar. Sorprendentemente nuestra cita fue muy rápida. Roque parecía apremiado y bebía a sorbos apresurados su café indescifrable. Asintió a todos los gráficos, y power points que le mostré. Le deslumbran las presentaciones en pp, a veces creo que le podríamos vender altímetros a los pinguüinos si se los presentáramos bién. Enfundó su ipad, lo introdujo en una bolsa Louis Vuiton y me dejó acabando mi café y estudiando como hacía yo para volver al despacho atravesando la marabunta que se empezaba a apoderar de la Rambla.

Los protestantes tenían muy poca pinta de sindicalistas. Siempre imaginamos a los miembros de UGT y de CCOO como barrigones, descamisados barbudos, mal humorados y chillones. Estos en cambio, a pesar de sus adhesivos rojos que les identificaban como miembros de los sindidatos, lucían un look de sindicalista post-grunge que no cuadraba. Rastas, tatuajes, melenas, otros rapados, torsos desnudos y todos de una juventud sospechosa de absoluta ignorancia. Su actitud no era la del palurdo sindicalista al que sus superiores envían a coaccionar al pobre comerciante en un piquete. No, estos no eran piquetes. Ya los tenemos vistos, son los mismos que en Euskal Herria queman autobuses o contenedores de la basura, que rompen escaparates en Madrid cuando hay una celebración deportiva, o que se enfrentan a la policia en la fiesta mayor de cualquier ciudad media. Antisistemas. Me soprendió que muchos de estos muchachos contrarios a la globalización, que se coordinan gracias a facebook o twitter, calzaran caras deportivas que se confeccionan en paises del sudeste asiático por sueldos de risa, y que tomaran fotos con teléfonos "designed in californa assembled in China". En plena línea de coherencia sabotearon una tienda Levi´s, la marca de vaqueros más deseada durante años por cualquier ciudadano del mundo no capitalista, el tejano icono de la globalización. Por cierto también se llevaron la caja fuerte y los ordenadores.

Destrozar cosas es una gozada. Yo lo hice en mi adolescencia y no me cuestionaba si estaba bien o mal, sólo me divertía. Cajeros de la Caixa, cabinas telefónicas.... vandalismo. Si, me declaro culpable y me arrepiento. Pero mis amigos y yo no nos refugíabamos en ninguna ideología hipócrita. La primera vez que me abrieron la cabeza los antidisturbios se me acabaron las tonterías. Un punto de sutura por cada cristal roto, una cicatriz para recordarme que la estupidez tiene un precio.
Me increparon y empujaron algunos de esos niñatos, tuve que forcejear con uno para que no se llevara mi portátil. Uno de ellos con piercings en la ceja y nariz, y cigarro liado en la comisura del labio, me gritó a un palmo del oido "Esquirol!!!" juraría que ese muchacho hace malabares en Portal de l´Angel, no creo que sepa lo que es trabajar. Seguro que en casa de sus padres nunca le faltará un plato de sopa.

Hace años hablé con un perroflauta en una tasca del barrio viejo de Bilbao. Se me acercó pidiendo con su gorro de lana "unas moneditas" le di la espalda pero curiosamente uno de nuestros amigos lo era también del pedigüeño. Resultó ser un tío simpático, iba acompañado de una chica que sería muy aprovechable tras unas depilaciones y lavados. Entre vino y vino nos dio una lección magistral de sinceridad "haber tio, yo no defiendo ningún estilo de vida. Yo me levanto cuando me sale del rabo, me saco mi dinerito, y no doy golpe. Si todo el mundo hiciera como yo se me acabaría el chollo. Déjate de movidas antiglobalización y que todo siga como hasta ahora ¡coño que están jugando con mi futuro!" Un cachondo además de brutalmente honesto. Por cierto le tuve que pagar la ronda, invitarle a tabaco y darle el cambio "es que estoy ahorrando para comprarme una reflex, tío a mi lo que me va es la fotografía"

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